Coco Chanel

‎"Viste vulgar y solo verán el vestido, viste elegante y verán a la mujer"

martes, 8 de noviembre de 2011

Suicidio, ¿tragedia o alivio?

          “No sirvo para nada”, “creo que mi vida ya ha terminado”, “no tengo ánimo para levantarme”, “no seré un problema por mucho más tiempo”, “la mejor y única solución es dejar de existir”, “si existe un Dios u otra vida, ¿por qué no comprobarlo?, en esta ya no me queda nada por hacer”, “me imaginé en el suelo, muerto, y no ví a nadie llorando mi pérdida”, “la vida no es bella”, “no tengo nada que dar ni recibir”, “ si ella no está a mi lado, no quiero seguir viviendo una vida así”, “ la desesperante situación de sus compañías por la crisis financiera, la incertidumbre de las últimas semanas y su incapacidad para actuar han destruido al apasionado empresario y se ha quitado la vida”

Estas son muchas de las frases que uno piensa antes de llevar a cabo la conducta de quitarse la vida.  Se estiman que ocurren 19.000 suicidios por jóvenes al año. Hay muchas causas que originan esta realidad, como la sensación de soledad, la depresión, el errar y el amor. Pregunté a varias personas sobre si alguna vez  sintieron la necesidad de  suicidarse, y lo más llamativo fue que uno de cada cuatro jóvenes se lo plantearon. La causa principal de este hecho suele ser la depresión. Estar deprimido significa estar enfermo, pero no hablamos de un tema de salud, sino de una enfermedad emocional. Esta enfermedad emocional  suele ser fruto de: rechazos sociales, fracasos amorosos o académicos, adicciones al alcohol y a las drogas y a un profundo sentimiento de soledad.

¿Pero qué es lo que lleva a quitarse a uno la vida? Hay ciertos errores, fracasos o circunstancias que apagan la luz de  una persona, donde la vitalidad sigue en el cuerpo, pero no en el interior. Muchos jóvenes de hoy en día no conocen de más realidad que la superflua y se olvidan a veces que hay algo más, que no es físico, sino divino, como la existencia de un Ser superior. El hecho de creer en Dios y de que hay una vida después de la que conocemos es un arma de doble filo. Por un lado si hay una vida, que desconocemos y que promete ser mejor que esta, tiene sentido abandonar la terrenal y descubrir libremente, si quizás en ella podremos curarnos de nuestros fracasos. Pero, a su vez, si creemos, sabemos que El nos  ofrece el sacramento de la confesión por el que nos son perdonados todos esos errores y mediante el cual podremos alcanzar la fortaleza de seguir adelante. Sin embargo, la práctica no es tan sencilla como la teoría y por ello, en numerosas ocasiones, nos ensimismamos en nuestro propio mundo, sin acordarnos de todas aquellas personas que nos rodean.

El profesor Jaime Nubiola, menciona en su libro, que algunos filósofos han descrito el suicidio como el acto supremo de la libertad. Todos los hombres somos libres, pero frente al hecho de quitarse la vida no, ya que ésta es el mayor regalo que uno tiene. Uno es el dueño de su vida, pero dentro de unos límites, ya que no somos quiénes para acabar con ella, de igual modo que no nos hemos creado nosotros mismos.  No podemos saltar al vacío en vez de seguir escalando, puesto que cada uno tenemos un destino que ir construyendo y he ahí el verdadero esfuerzo, de ser capaz de continuar a pesar de haber tropezado.


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